
Ahora puse un casette y suena Julie London. Que ya es algo, es la incomodidad de la ropa que se sospecha es de parientes muertos. Pero linda ropa. Lindo el entramado de la tela. Bueno, suena una canción ahora, decía, que ya es algo. Desde afuera frío, lluvia lenta y pizzeria que cierra. Adentro de otro afuera: sillas ya sobre las mesas. Acá adentro: pensando en conversaciones intercambios absurdos de ideas. ¡No voy a dejar esta vez que las palabras pesen más! No sé si me entendés, que lo que se ve, ya no más dadá. Pero las palabras son ellas traviesas, y hacen creer que estuvieron puestas ahí siempre, vos y yo lo estamos creyendo ahora. Todo esto fue la canción. Entonces, el teléfono hace el ruidito que indica que alguien llamó pero no dejó mensaje. Acá no hay identificador de llamadas quiero que lo sepas, ni sensores con claves en la paredes. Yo digo, uno se relaciona a diario con diferentes personas, no se topa uno con la especie humana al salir a vivir, son individuos. Vos decís, vos mirás, vos te reís, das vueltas de polleras y brazaditas de pescadito. Y te acurrucás. Entonces para uno de los dos el día terminó. Pero existe el sueño, y te pregunto si en el sueño se cambia el humor. Si nos acostamos de tal manera y nos levantamos de tal otra. Y al final, otra vez, tuve que reinventar de apuro, un pasado nuevo.
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